Época:
Inicio: Año 1 A. C.
Fin: Año 1 D.C.

Antecedente:
HISTORIA GENERAL DEL PERÚ



Comentario

Capítulo LXVI


Que Manco Ynga salió del Cuzco y se rebeló y envió a ponerle cerco con sus capitanes

De poco aprovechamiento fueron las cartas del marqués Pizarro para que el trato que se hacía a Manco Ynga mejorase, como hemos dicho antes. Hernando Pizarro, su hermano, con una insolencia terrible, cada día trataba más mal al Manco Ynga, y lo hacía hechar preso sin causa y luego lo soltaba, pidiéndole oro y plata, y siempre el cuitado le daba todo cuanto podía, y no contento con esto, por otra parte, maltrataba a los curacas y principales, haciéndose cada día más temido dellos y aun más aborrecible y odioso. Por no poderlo sufrir y para reparar lo que hacía, un dío, por sacarle oro y plata, prendió a Manco Ynga y le dio trato de cuerda, y le quitó de sus mujeres por darle más dolor y pena. El Inga todo lo sufría, aguardando la ocasión dicha, pero hiciéronsela apresurar, porque sus capitanes Vilaoma y Anta Alca y otros parientes suyos y caciques principales, apurados de lo que veían y pasaban, no pudiendo ir ya, como dicen, atrás ni adelante, le dijeron a Manco Ynga: mira, Señor, que mejor es que nos defendamos y muramos por ello, que no hemos de estar toda la vida en tanta sujeción y miseria, tratados como a los negros de los españoles y aun con más aspereza, y así alcémonos de una vez y muramos por nuestra libertad y por nuestros hijos y mujeres, que cada día nos los quitan y afrentan. Movido ya con estas razones, Manco Ynga concedió con ellos y les dijo que saliesen del Cuzco para efectuarlo con más comodidad y se fuesen a Yucay, donde lo tratarían entre sí, y concertado esto pidió licencia a Hernando Pizarro y a sus hermanos, diciendo que se quería ir a holgar a Yucay y que le diese algunos españoles que fuesen con él, para que allí se regocijase con ellos y lengua para parlar con los españoles que fuesen con él. Esto de pedir soldados fue para disimular mejor su trato e intención.

Hernando Pizarro y los demás hermanos y capitanes, no recelándose de Manco Ynga, ni pareciéndoles tenía sentimiento de las injurias que le hacían, consintió en que se fuese a Yucay, y diole por intérprete a un indio Huancavilca, llamado Antonillo. Así, con su beneplácito, salió del Cuzco y no quiso volver más a él, y todos los indios de las provincias le siguieron, y los que más en número fueron con él eran los cañares y chachapoyas, que ahora residen en el Cuzco. Cuando salió para irse a Yucay se quedaron, que no quisieron ir con él o por deseo de servir a Su Majestad o por particulares pasiones y odios que entre ellos hubiese, Pazca, Huayparosoptor, Cayo Topa, hijos de Auqui Topa Ynga y sobrinos de Huaina Capac. También se quedó don Juan lona y don Luis Utupa Yupanqui y don Pedro Mayor Rimachi, con otros muchos indios naturales del Cuzco.

En viéndose Manco Ynga en Yucay libre de las manos y opresión de Hernando Pizarro y sus hermanos, habiendo conferido con sus capitanes y consejeros el negocio, hizo llamamiento general a todas las provincias y gentes dellas, y habiéndose juntado mucho número, muy de veras trató con los principales el alzamiento, y cómo se había de efectuar mejor y con más brevedad, sin que los españoles se pudiesen defender ni librar de sus manos. Y no lo pudo hacer tan secreto que no viniese a noticia de Hernando Pizarro y sus hermanos. Sabido por él, enviaron algunos españoles que al disimulo fuesen por él y lo trajesen, no mostrando recelarse dél. Pero él estaba ya prevenido, y cuando llegaron adonde él estaba no quiso venir, antes se defendió con grandísimo ánimo y osadía, y embistiendo a los españoles los hizo retirar y a los indios que venían con ellos y, no contento, los fue siguiendo y los hizo huir hasta el Cuzco.

Viendo ya Manco Ynga su negocio declarado y que no se podía escusar la guerra, parecióle concluirla de una vez acabando a Hernando Pizarro y a los demás conquistadores que había en el Cuzco. Así dentro de tres o cuatro días envió gran multitud de gente y por general della a Inquill, que representaba su persona, y por capitanes a Vila Oma y a Paucar Huamán, los cuales salieron de Yucay y vinieron a mucha prisa y cercaron el Cuzco. Fue tan riguroso y apretado el cerco, que se vieron Hernando Pizarro y los españoles en un aprieto notable, y tan afligidos que los indios no les dejaban tomar agua para beber, sino que a lanzadas y arcabuzazos la habían de ganar, que siendo cosa tan necesaria y en el Cuzco habiendo, como es notorio, tan poca, llegaron a todo el extremo posible. Y más, que Inquill hizo quemar todo cuanto pudieron de la ciudad, que fue nueva aflición y trabajo. Duró, sin dejarlos descansar, el cerco dos meses, peleando cada día e impidiéndoles los indios el entrarles comida ni otros bastimentos.

Viendo Hernando Pizarro y sus hermanos y los demás capitanes que tan a la larga iba -el asedio-, y que socorro de Lima no le podían tener, porque aunque habían avisado no sabían si llegara la nueva o no, determinaron con Pazca, que era capitán de los indios de la ciudad y amigos, de salir y dar batalla a los indios que los tenían cercados. Así por dos partes les embistieron con temeraria furia y denuedo, resolutos de morir o de hacer alzar el cerco. Rompieron primero por la parte de Carmenga, y con ventura favorable rompieron la gente de Chinchay Suyo que estaba por aquella parte, y eran capitanes dellos Curi Atao y Pusca, y así rompidos los fueron siguiendo, matando e hiriendo en ellos, sin dejarlos reparar, aunque quisieron rehacerse, y los llevaron hasta donde solía ser el pueblo de Jicatica, de donde viene una fuente de agua que es la principal que sustenta al Cuzco. Desde allí dieron la vuelta por la falda del cerro de Zenca y llegaron a la fortaleza y de allí vieron que Vilaoma y Paucar Huaman, que valerosamente se habían resistido, estaban abajo junto a la ciudad, peleando con grande ánimo con los españoles.

Los cuales como de allá abajo vieron a los españoles en Chuquibamba, que estaba junto a la fortaleza, paresciéndoles que debían de haber vencido a los de Chinchay Suyo, y que si bajaban les tomarían las espaldas y los matarían a todos, faltos de ánimo con la vista del enemigo en lo alto, dejaron de pelear y se fueron con buena orden retirando y se entraron en la fortaleza, haciéndose fuertes en ella, porque es lugar muy aparejado para defenderse y ofender. Viéndose dentro, los españoles se retiraron, y ellos desde allí hacían grandísimo daño en los españoles e indios amigos, y visto por Hernando Pizarro la buena ventura y suceso que Dios le había dado en desbaratar a los enemigos y hacerles por fuerza alzar el cerco, determinó con sus compañeros y con Pazca, general de los indios amigos y los negros que tenían, e indios de Nicaragua, cercarle la fortaleza y procurar entrar dentro y echar de allí a Vilaoma y a los suyos. Así lo puso por obra, cercándoles por todas partes, y en esto estuvieron cuatro días.

Antes que adelante pase, quiero referir lo que he oído contar a españoles e indios por cosa constante y verdadera, y es que dicen que andando en el mayor conflicto de la pelea apareció uno de un caballo blanco, peleando en favor de los españoles y haciendo en los indios gran matanza, y que todos huían dél. Muchos españoles tuvieron por cierto que era Mansio Sierra, conquistador principal del Cuzco, y que después, averiguando el caso, hallaron que Mansio Sierra no había peleado allí sino en otra parte y no había otro que tuviese caballo blanco, sino él, y así se entiende haber sido el Apóstol Santiago, singular patrón y defensor de España el que allí apareció, por lo cual la ciudad del Cuzco le tiene por abogado. También se refiere por los indios que, estando abajo peleando y teniendo apretados. en gran manera a los españoles, una mujer les cegaba con puñados de arena y no podían parar delante della, sino todos le huían, la cual se presume haber sido Nuestra Señora Abogada y Madre de los pecadores, que querría en aquel trance favorecer a los españoles, y así la Santa iglesia del Cuzco la tiene por patrona y titular suya. Poderoso es Dios para favorecer a los suyos y más cuando menos esperanza pueden tener del favor y socorro humano, entonces llega con el suyo para que se estime en lo que es razón. Démosle todos por sus infinitas misericordias gracias perpetuamente.